" Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará; hará resplandecer tu justicia como la luz y tu derecho como el mediodía.
Confía callado en el Señor y espérale con paciencia; no te irrites a causa del que prospera en su camino, por el hombre que lleva a cabo sus intrigas.
Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo.
Porque los malhechores serán exterminados mas los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Un poco más y no existirá el impío; buscarás con cuidado su lugar, pero él no estará allí.
Mas los humildes poseerán la tierra y se deleitarán en abundante prosperidad.
El impío trama contra el justo, y contra él rechina los dientes."
Salmo 37: 5 - 12
En nuestra trayectoria como cristianos, todos hemos tenido la experiencia de que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos.
Cuando en momentos de dificultad o prueba nos dirigimos a Dios para pedir su auxilio lo hacemos con esa impaciencia que caracteriza. Sin embargo, el salmista nos recuerda que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos.
Cuando tenemos paciencia y damos a Dios la oportunidad de cubrir nuestras necesidades a su tiempo... Que enormes son sus bendiciones.
En mi España natal existe un refrán que dice.... Dios aprieta pero no ahoga.
En nuestra tremenda terquedad necesitamos de las dificultades para aprender muchas cosas, pero Dios como Padre calcula las consecuencias de nuestra prueba y nunca nos envía una prueba que no seremos capaces de superar.
Yo os aseguro que siempre, siempre la bendición es mayor que la prueba y siempre tenemos que acordarnos de que el Señor tiene esta gran promesa para nosotros.
Si creemos en Él tendremos siempre Su protección ante quienes quieran dañarnos.
El salmista nos recuerda la maravillosa promesa del Señor de que quienes en Él creemos y esperamos seremos los herederos de la tierra en la que cuando venga su reino no habrá quien pueda dañarnos y los impíos que hoy nos desean nuestro mal serán juzgados y se arrepentirán.
AMÉN
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